- Hace ya 20 días que no hablamos -. Comentó ella.
El último encuentro fue difícil, esta vez no hubo mediación ni acuerdos. Ella exigió distancia, y la impuso. Necesitaba concentrase en su nueva relación y en evitar que la presencia invisible (y a veces no tan invisible) de él, interfiriera. Él cansado de tanto insistir, cedió.
- A pesar de todo, lo extraño. Me hace falta hablar con él y saber como está.
La ansiedad la torturaba. Claro, después de tanto compartir queda la sensación de acoplo. Pero ella estaba recomenzando, y no le iba mal. Con el pasar de los días iba drenando poco a poco esa ansiedad, e iba dejando de lado aquella sensación que tanto la lleno (dije: dejando de lado, no olvidando), sustituyéndola por otra que ella consideraba más intensa. Al parecer un clavo estaba sacando otro clavo.
Pero toda esta nueva intensidad y pasión que experimentaba, no logró que ella se apartara por completo de él. No podían dejar de llamarse y verse, así que lo hacían a escondidas como si fuesen dos prófugos. Ella se valió de mil y un excusas para verse con él (adivinen a quien usaba...). Todo esto sucedía a espaldas de la reciente pareja de ella. Pero lamentablemente para muchos, la mentira es como uan bola de nieve que va en caída por la ladera de una nevada montaña: crece hasta hacerse incontrolable, arrasando con todo a su paso. Las mentiras se hicieron tan grandes que ella no pudo ocultarlo más, y su reciente pareja la puso a escoger entre los dos. ¿Cómo podía explicarle ella que estaba acoplada a él? ¿Cómo hacerle entender a su reciente pareja, con quien disfrutaba muchísimo, que también disfrutaba con él?. No era físico, no era sexo, era solo la compañía. Ella la necesitaba para poder sentirse tranquila.
Después de largas y tristes conversaciones donde predominaron las lágrimas y las miradas llenas de dolor, ella escogió a su reciente pareja. Si, volvió a apartarlo a él de su vida, tratando de convenserce que ellos no tenían un camino juntos por recorrer. Su reciente pareja le daba todo lo que ella estaba buscando.
Él, nublado por la decepción, la dejó ir. Decidió dejar de insistir, pero no podía dejar de preguntarse porque ella había escogido al otro, ¿acaso no habían sido felices juntos? ¿por qué no podían seguirlo siendo? ¿Entonces por qué ella lo siguió buscando? Era obvio que ella disfrutaba tanto como él, el estar juntos.
Finalmente, ambos se hicieron ausentes en la vida del otro. Él se dedicó a su trabajo y a planificar de todo. Ella seguía con su relación, sobrellevándola; porque como dije: la metira es como una bola de nieve que crece poco a poco. Y en este caso, estaba comenzando a arrasar con todo a su paso.
¿Porque será que nunca tenemos todo lo que queremos?