domingo, 5 de abril de 2015

Mi caja de pandora

Anoche fue una de esas noches en la que la sinceridad me golpeó, y muy duro. En el transcurso de una conversación que se hizo necesaria, muchas palabras me hicieron abrir mi propia caja de pandora, aquella que durante tanto tiempo se fue llenando de todo lo triste y doloroso que me ha pasado.


Duele, y mucho, cuando alguien querido te dice que su primera impresión de ti fue que eras triste y solitario. Duele profundamente cuando ese mismo alguien querido te dice que no habla sobre ti con sus amigos por temor a que te cataloguen. Y duele aún más cuando te dice que ve en ti un vacío que no sabe como llenar.


Me encuentro en este momento llena de dolor, recordando cada uno de los episodios guardados en esa caja de pandora. Y lo más triste de todo, es que no ha sido la única vez que me han dicho esas palabras. Ya alguien antes había sentido verguenza de mi. Ya antes había generado en otros el mismo sentimiento de rechazo.


Con todo esto se derrumba el concepto que había hecho de mi misma. No me sirvió de nada estudiar algo que no me gustaba y aprender a amarlo. Ni alcanzar mis sueños y ayudar a otros a que lo hicieran. Ni tampoco convertirme en una mujer independiente y preparada, capaz de enfrentar cualquier adversidad. Mucho menos levantarme cada vez que me patearon y no permitir que a otros les sucediera lo mismo. Definitiva, ante mis acciones presentes, mis logros y mis contribuciones a la sociedad son nulas por mi pasado considerado "promiscuo". El amor y el respeto que sentía por mi por haber alcanzado posiciones y logros a mis 33 años de edad, se desvanecen por haber tenido sexo a los 23.


Jamás negaré que me permití disfrutar del sexo, e hice cosas de las cuales no me siento orgullosa. Simplemente me enorgullesco de tener la certeza absoluta de no querer hacerlas ni necesitarlas. Pero como dicen en criollo: igual voy presa.


Ayer aseguré que no me arrepentía de lo vivido, porque ello me ha hecho quien soy. Hoy, a las 8:20 pm, con lágrimas en los ojos, me arrepiento profundamente de todo lo que he hecho. Y lo peor es que no puedo cambiarlo. El estigma permanecerá. No importa lo que haga el resto de mi vida, siempre seré la puta de la cual avergonzarse. Siempre seré la mala, la sucia, la "rompe hogares" (a pesar de no haber roto ninguno), la otra, la que no tiene autoestima, la que está vacía, la triste, la solitaria.


La chef, la coordinadora, la hija colaboradora, la buena amiga, la correcta empleada, la convencida de sus creencias y valores, la que cree en hacer cumplir las normas simplemente no tiene valor. La gente nunca verá a esa mujer. Entonces, ¿para que seguir esforzándome si lo que doy es verguenza?


Anoche me di cuenta que la gente nunca me ha querido. Tantas personas no pueden estar equivocadas. Algo malo debo tener.


Nunca seré lo suficientemente buena.







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