sábado, 26 de marzo de 2011

De mi relación con la capital

Me siento afortunada de haber nacido en Maracaibo, pero también de ser hija de una andina y un caraqueño. Esa diversidad me ha enriquecido a nivel cultural y moral. Siento gran amor y respeto por mis tres tierras, pero como buena "niña de papá" me inclinó más por mi ascendencia capitalina.

Recuerdo que desde muy pequeña me encantaba visitar a mi tía y primos. Llegar a la capital era como llegar a otro país. Me consentían hasta más no poder, y visitaba a toda la familia. Con los años mi percepción fue cambiando, y fui viendo otros aspectos aún más hermosos. Caminar por las calles de una de las zonas más bonitas, desayunar en sus famosas panaderías. Comprar en sus pequeñas tiendas. Salir a los locales nocturnos más exclusivos del país, y visitar los clubes de la gente de la high, me hacían sentir más importante, más cosmopolita.

De unos años para acá, la capital me habla más y más claro. He sentido la necesidad de irme hasta ella y hacer vida allí. Algo me conecta profundamente con su ser. Ese aroma a horneado en las mañanas, el sol que sale tempranito, el fresco que permanece en el ambiente durante el día y se intensifica en la noche. El verde de los arboles que veo por doquier. El ritmo acelerado, pero lento a la vez de sus habitantes. Esa manía de pretender que todo está bien, a pesar de que todo está mal. La cantidad absurda de vinos que se consiguen en un supermercado, y los litros que se se consumen. Los mejores chocolates del país a solo dos cuadras de donde vive mi tía. Los mil y un restaurantes, y mil y un centros de recreación, arte, teatro...

Y en especial, las carreras en el metro para no llegar tarde, la molécula del museo de los niños (que volvía a estar cerrada por mantenimiento), y el Avila con el Humboldt que se ve brillar desde la autopista. Y el hermoso mural que espero se mantenga dentro del hotel y el cual mi abuela Margarita vio tantas veces. El obelisco de la plaza Francia. El contraste del frío con el mar de Galipán (donde creo no volveré a estar). El hotel Avila con sus pisos blanco y negro, donde mi papá y mi tía debieron correr mientras mi abuelo Alfredo fue gerente.

Tantos recuerdos, y tanta historia. Gran parte de mi vida se ha desarrollado en esta ciudad que es tan querida y tan odiada.

Hace poco la volví a ver, y esta vez fue muy distinto. Le faltó romanticismo, le faltó gente, le faltó conversación. Ver el Humboldt nuevamente brillar desde la autopista me llenó de tristeza. Verla desde otros ojos no valió la pena. Le pedí perdón por no haberle dado lo que ella se merece cuando voy a visitarla. No se si pueda volver a verla como antes, no sin los detalles, y las historias, y las vistas desde la cota mil. No sin esa forma de mirar que me hizo quererla y necesitarla.


3 comentarios:

VALENTIN dijo...

Las ciuddes encierran siempre historias, nostalgia, recuerdos y añoranza marcada desde la niñez cuando la veiamos con cierta ingenuidad .... el proceso de integracion en ella, es parte de la cotidianidad que afrontamos cuando nos exponemos a los cambios constantes.
Un abrazo, es un placer leerte !!!!

Anónimo dijo...

Caracas está en el top 3 de mis más grandes amores, la amo más que a la mayoría de mis familiares, por ejemplo...

Por eso les tengo rabia a los que le tienen rabia, y les guardo mucha gratitud a los que, como tú, la quieren y la ven bonita, tal como es.

Angelo dijo...

Hola Fausti

Mi relación con Caracas es un poco más tormentosa y se que a veces se me puede entender como que la detesto, cosa que no es cierta, o bien no del todo.

Me explico, para mi existen 2 Caracas, la ciudad en la que nací y crecí. La metrópolis donde una mujer humilde podía parir en la Maternidad Concepción Palacios sin riesgos para su vida y/o la del feto. La Caracas en la que se podía pasear en Los Próceres hasta altas horas de la noche sin temer ser víctima del hampa. Donde ir a trotar al Parque del Este a las 6 am no era considerado un deporte extremo.

La Caracas que detesto es la de los tiroteos en los baños del sámbil, los atracos en las camioneticas. La que te ofrece una de las infraestructuras de ocio (bares, clubes, restaurantes, etc) más avanzadas de Latinoamérica pero te aplica un toque de queda silente para que te "guardes" temprano.

La Sultana del Avila no me es indiferente, estando en segundo grado gané un concurso de pintura de la Salvat con un dibujo del Avila. Estando más crecidito trabajé de voluntario tanto para Fermín como para Ledezma, para revivir la tradición de los carnavales en Caracas, retretas incluidas. Pero llegó el momento en me cansé de llevar un average de sufrir 3 atracos al año, de una ciudad sucia que huele a orine mezclado con basura podrida.

Llevo 4 años fuera y admiro que tus ojos y los de amigos como Mariale vean más allá de la degradación, de la basura, del caos.

Saludos y disculpa por el comentario tan largo