No solo de realidad debemos estar hechos. A veces las emociones deben aflorar para recordarnos que somos humanos
sábado, 26 de marzo de 2011
De mi relación con la capital
miércoles, 9 de marzo de 2011
Confesiones de una mala mujer
Este relato está inspirado en las cientos, o tal vez miles de conversaciones con diferentes mujeres a lo largo de mis 29 años. Confesiones que me hicieron, y confesiones que algunas veces hice.
No ha sido la noche especial que esperaba. Aunque nose porque sigo esperando a que alguna lo sea.
Fue el mismo show: una llamada, un encuentro, alcohol y un polvo satisfactorio, más no memorable; voltearme, vestirme e irme. ¿El mejor momento de la noche? Cuando me acosté sola en mi cama.
Dejé de llevar la cuenta de cuantas veces a sucedido lo mismo, y cuantas veces he experimentado el mismo vacío. Ese vacío que persigue a las malas mujeres, como yo.
Si, he sido una mala mujer y durante mucho tiempo. Cumplo con las tres características básicas: Promiscua: Si. Egoísta: Muchas veces. Sola: Siempre…
Confieso que la norma social de castidad impuesta a las mujeres, me fastidia. Acepto que hombres y mujeres no somos iguales, y no lo seremos. Pero cuando se trata de placer, tenemos el mismo derecho a buscarlo, y obtenerlo.
No voy a negar que he roto la norma, y la moral la engaveté en más de una oportunidad. Por momentos dejé de pensar en el no le hagas a los demás lo que no te gustan que te hagan. Es cierto, nose hace; pero a veces me ha sido difícil no… Mentira! No me ha dado la gana de pararle bolas. Otros engañaron a sus parejas conmigo, y me lo gocé.
Aunque aquella noche de septiembre cuando me encontré con él, mi concepto de lo incorrecto cambió. Cuando me desperté a su lado y lo sentí, me dieron ganas de seguir sintiendo lo mismo todos los días. Creo que estaba… feliz; si si, lo estaba. Inclusive, cuando lo escuché hablando por teléfono con ella, no me importó, no me molestó, no me incomodó (bueno, un poquito).
Pero a las malas mujeres la falsa idea de la felicidad nos dura poco. Fue con ese maldito mensaje erróneamente enviado que la realidad me dio un golpe directo a la quijada. Estaba metida en el medio de algo que no era mío, que no me pertenecía. Estaba evitando que una pareja correctamente establecida disfrutara de un fin de semana romántico. ¿Por qué lo estaba haciendo? ¿Qué me pasaba? ¿Por qué ahora me importaba hacerle daño a otra?
Allí fue que entendí que una mala mujer nunca será la primera, nunca será tomada en serio. Estamos para complacer, no para ser complacidas. Yo nunca iba a ser tomada en serio. Una mala mujer no obtiene el titulo de “señora”, o de “la principal” Ella no tenía la culpa, no la tiene. No tengo porque hacerle daño. Ella se ganó su título, y él la escogió como compañera de vida.
Una mala mujer, nunca será suficiente para ningún hombre aunque este diga lo contrario. No es cierto que tengamos todo, ni que seamos espectaculares, ni que llegaremos a tener el mundo a nuestros pies. Una mala mujer no basta, no es lo que un hombre quiere. No se enamoran de nosotras. Nadie se enamora de las malas mujeres. No lo merecemos. Yo no lo merezco.
Una mala mujer se conforma con las pocas horas disponibles del hombre. Se conforma con la clandestinidad, y con los gestos diplomáticos en público. Se conforma con sonreír, gozar y entregarse en la intimidad, y pretender que todo es perfecto; y las lágrimas las contiene. Se conforma con esperar una llamada o un mensaje, y a tragarse las ganas de saber de él. Las malas mujeres se conforman con amar y no ser amadas. Una mala mujer se conforma con ser la otra, siempre.
Y cuando no se conforma, una mala mujer se queda sola.
Confieso que me enamoré, y que después de tanto tiempo seguí creyendo, y seguí sintiendo. Pero no me conformé. Y aquí estoy, sola, como siempre…
Confieso que he sido una mala mujer, pero me cansé de serlo.